viernes, 11 de diciembre de 2015

Un día en el paraíso.


Era un lugar sucio y deteriorado en donde los de bajos ingresos y menos educados pueden ahogar las penas y devorar los deseos más ocultos. Las mancuspias de las que hablaba Cortázar corrían por el lugar como si fueran los dueños. En la esquina un hombre sentado, como estatua, que yacía ahí volando con una heroína prohibida hacia el más allá, en donde los sueños olvidados y las metas destruidas bailan juntas y puedes llegar a ser quien sea y hacer lo que quieras, al menos mientras danzas con ella. Al entrar se sientan en la mesa exclusiva del dueño de este pedazo de paraíso terrenal, un antiguo amigo del colegio que gano este lugar en una apuesta. Al sentarse se acerca una pequeña princesa, esbelta y de cabellos lisos y oscuros, con ojos como alguna galaxia lejana y que el ser humano no ha visto aún, apenas 11 años y ésta pequeña princesa ya tiene sus aspiraciones rotas, al igual que su himen, rotos el mismo día por el dueño de este lugar que es el segundo círculo del infierno.
Piden un par de cervezas y hablan con el demonio mientras la espuma burbujeante desciende por el vaso helado, repleto de néctar de los cielos.
La noche transcurre y las cervezas van y vienen, la conversación cada vez más estúpida, difícil de entender, sin sentido. Cerveza tras cerveza mientras en el cuarto de atrás el placer desbordante, escondido tras cortinas de colores llamativos, hombres entran y salen, tomando turnos para olvidarse de la doncella que los rechaza con semejante olor a alcohol, ya sin dinero, sólo con deseo, lujuria. ¡Un verdadero paraíso! Aquí no le importa a nadie cuanto ganas, si eres bien parecido, si apestas, ni quiera si has tomado una ducha en la última semana, que hombre no amaría este lugar celestial en donde ángeles pequeños danzan a tu alrededor con cervezas, el humo denso del cigarrillo te nubla la vista y no puedes ver las cicatrices en sus rostros y cuerpo, claro, el sádico de nuestro amigo así lo quiere, siendo él el responsable de semejante crimen contra la belleza de esos pequeños ángeles en la tierra.
Al llegar cerca la hora en la que los cerdos se acercan para asegurarse que el lugar cierre al público se acercan unos caballeros, con pinta de delincuentes, pero y en este lugar a quién le importa. El administrador pasa un par de dioses verdes en las manos de estos distinguidos caballeros para que alejen a los cerdos azules una noche más, el paraíso no debe descansar ¡Que siga la fiesta!
Luego de que los humos del alcohol llegaran a su máximo nivel, los amigos que estaban sentados en la mesa especial se levantan, claro sin pagar, uno de los grandes beneficios de ser amigos del dueño del agujero del diablo, sin antes darle un gran y largo beso a uno de los ángeles que pasaban cerca mientras sus manos se aventuran a donde tantos otros han estado antes. Es hora de irnos, es hora de descansar, colgar el placer por un instante, dormir bien y regresar mañana, tengo un papel que hacer mañana, mi mejor obra, soy el personaje principal y sin mí no se puede hacer más, después de todo ¿Qué es una familia sin su cabeza?

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