viernes, 28 de agosto de 2015

Adiós

En un día con mucho sol un personaje muy particular salió a pasear. Era particular porque su vestuario siempre desentonaba, su peinado algo escandaloso y su barba descuidada llamaban la atención de todos, su personalidad era todo lo contrario pues muy callado que era, obstinado e iracundo.

Mientras paseaba por un parque notó un camino que antes no había notado por estar distraído viendo otros lados del hermoso paisaje que se le presentaba a diario en sus caminatas. Decidió adentrarse en el camino para poder conocer lo desconocido y explorar lo inexplorado y así tener un camino más que recorrer para variar un poco el rutinario camino, que a pesar de ser placentero y relajante ya se tornaba un tanto monótono. Comenzó a recorrer con un paso lento aquel camino, se mostraba pacifico, taciturno como él mismo, tentador. Mientras caminaba vio ciertos pájaros que no había visto antes, algunas flores grandes y arboles de bellos follajes coloridos. Lo deleitaban los olores que se ofrecían en aquel lugar olvidado, olvidado por él pues nunca lo había notado, mas no por la naturaleza que se había aprovechado del descuido del conquistador para recobrar el espacio que le pertenecía.

Recorrió aquel camino melancólico, -el camino no él- por algunas semanas, en las cuales como quien oye pero no escucha, no había notado un pequeño estanque que se encontraba a la izquierda, cerca de unas bancas alejadas del camino, que se albergaban bajo la sombra de un Arce enorme que se encontraba cerca del estanque. Se acercó y se sentó en una de las bancas, en donde a lo lejos notó a un cardumen de peces que nadaban por el estanque muy lejos. Se quedó viéndolos por vario rato hasta que notó que uno de ellos se separó y se acercó a la orilla, eso claro lo sorprendió dado que es muy extraño que un pez se separé de su cardumen y se acerque a un espécimen tan particular y extraño. El pez lo vio y luego se alejó, nada interesante que ver, uno como otros muchos más.
Así pasaron otras semanas, en las que el espécimen particular se acercaba a ver a este pez diferente, único, especial. El pez cada vez notaba más a este invasor, había algo en él que le agradaba, su insistencia tal vez.

Al cabo de unos meses de obstinadas visitas, el pez se acercaba cada vez más a su amigo extraño, hasta entablaron amistad, incluso el singular espécimen alimentaba a su amigo pez, el cual le agradecía con atención que otro pez no le daba -y claro que él no las quería de otro pez, puesto que no había otro igual- por lo que continuaba llegando. Un día el hombre del peinado extraño le dijo a su amigo pez:
-El día que me faltes, me faltará más que un amigo, me faltará una parte de mi mismo -A lo que el pez le respondió-
-Por ningún motivo pienso irme de acá, me agrada y he encontrado un amigo que me alimenta.
Y terminó su corta conversación.
Un día luego de tantas charlas amenas entre amigos, el pez le dijo al hombre de la barba:
-Debo irme de aquí, nos moverán a un lugar más grande y podremos nadar mucho más.
-Dijiste que nunca te irías -Respondió el hombre-.
-Lo dije con el mismo miedo de este día llegara, no lo deseaba así, pero llegó.
-Entonces te visitaré en tu nuevo hogar.
-Está muy lejos de aquí, no podrás.
-No me conoces, soy muy terco, insistiré, a menos que no quieras que lo haga.
-No lo hagas, y adiós.

Así fue la despedida de los dos amigos que compartieron más que su vida en unos pocos meses de amistad, se separaron por un largo rato, esperando que el pez nunca terminará en la comida de alguien, y que el hombre no terminara flotando en algún estanque. Y así pasaron su vida, esperando nada más, sin vivirla, sólo esperando, con miedo, aunque sanos, un tanto distantes, un tanto muertos, esperando. Aquel hombre trató de buscar a su amigo, pero este al no querer ser encontrado, dejó muchos obstáculos para no ser encontrado.