lunes, 19 de enero de 2015

Un tornillo y tres libros parte 1...




Goteaba sangre por toda su frente mientras escribía, era tibia y espesa. Formaba un charco a sus pies, y al acumularse esa cantidad de sangre en el suelo no se ve roja, se ve purpura, y a pesar de lo que muchos creen, la sangre fresca no tiene mal olor. El olor es casi inexistente, con sabor metálico. Pero al poco tiempo comienza el olor característico que se debe ocultar para evitar la visita de cualquier curioso, por eso debía escribir rápido. Claro en estos momentos que la adrenalina fluye por todo el cuerpo, los dedos se mueven muy rápido y las ideas no necesitan mayor impulso para salir que el goteo constante de sangre sobre la cabeza, en estos momentos algunas personas piensan mucho mejor que otras y él, bueno él era uno de los que mejor pensaba en estas situaciones.
La sangre de joven fluye un poco más rápido, supongo que será porque aún no se han metido tantas tonterías en el cuerpo, y no comen demasiadas tonterías tampoco. Es un poco más clara, sabe mejor.
Generalmente las reces antes de ser cortadas para ser distribuidos, son colgadas en grandes cuartos para que su carne se madure, y que su carne sea un tanto más suave al paladar. Bueno él no pensaba comer la carne de nadie, pero la idea le fascinaba, ver a su victima colgar era casi como una droga para él. Luego que ella estaba en su posición él tuvo una fantástica idea, comenzó a quitar la piel de la joven, trozo por trozo, haciendo pequeños cortes y desprendiendo del órgano más grande del cuerpo una pequeña sección. Le llevo horas desprender toda la piel, al final goteaba mucha sangre, como una lluvia, se coloco abajo de ella y abrió sus brazos viendo hacia arriba, era una sensación poderosa que nunca había sentido. Se sentía libre, poderoso, era Dios.
Ella era una joven de unos 17 años muy linda, inteligente, popular con todos sus amigos, su nombre Judith. Venia de una familia con tenia dinero, le gustaban las fiestas y un poco el alcohol, era deportista y asistía a una iglesia 2 veces por semana, al parecer no tenia nada mejor que hacer.
Se aproximaba la graduación y lo que sería la oportunidad perfecta para festejar con sus amigos con el permiso de todos los padres. Se escaparían un poco antes para comprar alcohol y así subir un poco el nivel de la aburrida fiesta. Los preparativos estaban a cargo de su grupo de amigos, todos se dividieron sobre lo que estaría encargados y por alguna extraña razón Judith era la encargada del alcohol, creyeron que por ser una chica bonita no tendría problemas en conseguir quien le ayudara a conseguir mucho, y así fue.
Fue con una amiga más al supermercado más grande de la ciudad para conseguirlo sin que nadie sospechara, es más fácil pasar desapercibido a plena vista que cuando quieres esconderte, por alguna extraña razón. Entró con su amiga en busca del tonto perfecto, alguien con aspecto patético y necesitado que no necesitara de mucho esfuerzo para engañar. Algunos lo llaman destino, otros suerte, azar o casualidad, muchos pensarían que Dios tiene un plan para todo, pero si ese día el plan era de alguien dudo mucho que sería de alguien que quiere ver bien a sus hijos. Ahí estaba el patético escritor de veinte y tantos años con una barba mal cuidada, pésima forma física, mirada perdida y lo mejor de todo, alcohólico. Como no sospecharlo, el tipo tenia 5 botellas de vodka barato y 6 de cervezas en su canasta y estaba buscando que más llevar. Se acercaron a él cautelosamente.
-Hola -dijo Judith-.
Sin levantar la vista y mientras seguía buscando la botella que completara esa inmaculada colección de alcohol barato. -Hola. -Contesto él.
-¿Nos puedes recomendar un buen licor? -Pregunto la amiga de Judith- Su nombre era Sara, una chica que no se veía opacada por la belleza de Judith, y un poco más juguetona.
-No. -Contesto él de forma tosca, casi como con una especie de gruñido de garganta-.
Era obvio que no podía recomendar un buen licor, sólo compraba lo más barato para emborracharse y escribir mejor, nunca tuvo un buen paladar para su alcohol.
-Vamos, pareces un experto. -Dijo Judith en forma juguetona- Si no comenzaban el juego pronto, nunca iban a conseguir lo que buscaban.
Él levanto su cabeza y observo a esas dos bellas jóvenes pidiendo su consejo, era tiempo de actuar...