domingo, 19 de octubre de 2014

Dios Maya

Raíces olvidadas y enterradas,
violadas y desangradas,
aquel carpintero de hace 2,000 años,
sus seguidores al cruzar el océano
traían amor, paz y salvación
y en su lugar trajeron espejos, enfermedad,
guerra, muerte y religión.

Ahora cada diciembre celebran su natalicio
robado de un Dios pagano que tampoco se recuerda
también usurpado, también robado, también violado.

Los dioses mayas lloran en el olvido,
junto con su pueblo aniquilado,
sus costumbres,
su grandeza,
su cielo, 
en su infierno.


viernes, 17 de octubre de 2014

La señora del 38B.




Aparentaba ser una mujer normal, yo la veía desde mi ventana mientras cuidaba de mis plantas. Ella vivía en el edificio de enfrente un par de pisos más abajo, la veía salir después de prepararle la comida al gordo de su marido, al borracho de su hijo. Salia sin que nadie se diera cuenta a fumar un cigarrillo, a pensar, a gritar en silencio, a llorar, a morir. Lastima por ella pensaba, cada vez me intrigaba más su locura personal, su mundo, y lo que al parecer era un descenso lento hacia la muerte.
Un día simplemente me quede sentado con mi taza de café viendo el horizonte, buscando inspiración para escribir, fue cuando ella salio más temprano de lo normal, con su delantal de cocina, señora de 50 y tantos años con su delantal manchado de sangre con el que cortaba la carne que le daba a los dos pedazos de hombres que vivían con ella. Se sentó cruzo su manos sobre el rostro sumergiéndose como buscando aire entre sus rodillas, agachada emitió un grito estruendoso, me sorprendió pues nunca lo había hecho. Finalmente exploto pensé, cosa normal llevando una vida así, encendió su acostumbrado cigarrillo, luego otro, y otro y otro, fue cuando supe que algo no estaba como antes, su grito, los cigarrillos continuos, me sorprendió que nadie saliera a ver lo que estaba haciendo, me imagine que los inútiles que vivían con ella ni siquiera le prestaban atención a la desesperación de esta señora, ahogada por su familia, no por su trabajo, no por sus amigos, solo por su familia y su santo vicio de humo. Subió a la cornisa y salto, murió en un instante. Pensé una y otra vez como describir su muerte, pero no hay más que decir, subió, se lanzo al vació y murió, la muerte no espera a que el escritor tome una buena posición para observarla mejor, es esquiva y rápida, tiene mucho trabajo como para detenerse por una señora de 50 y tantos que acaba de asesinar a su esposo y a su hijo con el cuchillo de carnicero con el que les preparo la comida por 35 años. No hay canciones para ella, no hay poemas para un acto de liberación tan violento, tan espectacular, tan hermoso y fugaz, tal como la verdadera belleza. Solo un manuscrito que un pésimo escritor hizo cuando estaba aburrido y en uno de sus tantos delirios de café.
La señora se fue, alguien más vendrá, todos la olvidaran, excepto el pavimento donde estrello su cráneo desde un quinto piso.